La cumbre del Barroco madrileño, a salvo



Culminan ocho años de obras en la iglesia de San Ginés, junto a la Puerta del Sol.

Hasta veinte grandes pinturas de la época del Barroco español y europeo han sido añadidas a los ajuares de la Real Parroquia de San Ginés, una de las más conocidas de Madrid, célebre además por atesorar grandes riquezas artístico-patrimoniales. La noticia fue conocida ayer martes, fecha en la que su restauración integral fue presentada públicamente tras ocho años de trabajos de rehabilitación, reintegración, enlucido y limpieza de sus fachadas, torre e interiores, pinturas y esculturas incluidas. Asimismo, ve la luz una Guía del Patrimonio Cultural sobre las riquezas artísticas que el templo contiene, entre las que figuran lienzos de El Greco, Lucas Jordán, Alonso Cano, Francisco de Ricci, Nichola Fumo y Michael Coxie o escultores como Juan Pascual de Mena y los italianos Michelangelo Nacherino, Leone y Pompeo Leoni. La guía ha sido elaborada por el historiador del Arte José María Quesada y por el párroco, José Luis Montes, Vicario Episcopal para el Patrimonio histórico-artístico de la Iglesia.

En sucesivas intervenciones se ha completado la restauración de la torre del campanario, sobre la calle de Bordadores, cuya cruz, chapitel y aristas sirvieron durante años como pararrayos; se ha acometido la rehabilitación el órgano barroco, con 2.170 tubos; buena parte del centenar largo de obras pictóricas y esculturas que decoran el recinto han sido restauradas, limpiadas o enlucidas, así como varias de sus capillas, sobre todo, la del Santo Cristo, cumbre singular del Barroco español, al decir del arquitecto e historiador José Félix de Vicente, sacerdote de esta iglesia, cuyo juicio cuenta con el aval de otros especialistas. Esta capilla permanece exenta del cuerpo central de la iglesia, en cuya traza influyó el madrileño fray Lorenzo de San Nicolás, inventor de la bóveda encamonada. De raíces altomedievales, el templo fue erigido en 1645 por Sebastián Herrera Barnuevo, en colaboración con el ornamentador Bartolomé Zúmbigo y el alarife Juan Ruiz. Tiene cúpula con linterna y paramentos con mármoles grises de Cuenca y rojos de San Pablo, así como decoraciones de bronce dorado y maderas nobles. Se asemeja mucho al Panteón de Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en cuya construcción trabajaron algunos de sus operarios. El rey Felipe IV impulsó la importancia de este templo y de señaladamente de esta capilla, consagrada a la advocación a la Inmaculada Concepción casi tres siglos antes de que su dogma fuera decretado por el Papa.

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